Dinorath Mota

A veces el destino se vuelve gracioso: juega con los tiempos y con las cosas, pero también se encarga de poner todo en su lugar. Y Nancy Leo Porraz, lo sabe, porque sus sueños, los que tenía de niña y después de joven, se realizaron; quizá no en el orden que imaginó, pero llegaron justo cuando debían, para convertirla en la ejecutiva que es hoy, y también en la madre, esposa e hija que siempre soñó ser.

“Nan”, como la conocen, es la directora de Sostenibilidad y Fundación de Grupo Rica (embotelladora de Coca-Cola) desde hace 20 años, pero en el trayecto quedaron muchos pasos recorridos desde que era una niña. Hija única hasta los cinco años, aprendió a jugar y a soñar en solitario. Su infancia, marcada por la protección y el amor de sus padres, Roberto y Guadalupe, y posteriormente por la llegada de su hermano, la llevó a crecer plena y feliz.

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A su memoria llegan las tardes de juegos con muñecas, cuando imaginaba ser mamá y también maestra. Su amor por los niños la hizo pensar en convertirse en educadora, pero ese no era su camino. Fue su padre quien la hizo reflexionar, mostrándole otras posibilidades y dándole las herramientas para que, en su vida, se cruzara la administración de empresas.

Sin duda, una decisión marcó su destino: aceptar el reto de concursar por la “Beca TEC”. La disciplina y el esfuerzo que han guiado su vida le permitieron ganarla y, con ello, encontrar su rumbo. Ella misma reconoce que su vida tiene un antes y un después del Tecnológico de Monterrey: “Entró una Nancy y salió otra”, afirma convencida.

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Ingresar a una preparatoria privada le mostró un mundo nuevo y distinto, donde el privilegio de la educación particular se abrió ante ella, y lo aprovechó al máximo. Reconoce que sí enfrentó choques tanto en lo educativo como en lo social: tenía desventajas, como su nivel de inglés frente al de sus compañeros. Sin embargo, su disciplina y amor por el estudio pronto la pusieron a la par, y logró disfrutar de todo lo que la escuela ofrecía: música, danza y canto, donde compitió con el resto de los estudiantes.

Al término de la preparatoria decidió continuar con la licenciatura en Administración de Empresas. Entonces creía que sería mamá joven, incluso decía a sus compañeros que se casaría al día siguiente de graduarse. Sin embargo, la vida tenía otros planes: pasaron quince años antes de que su hija naciera, tras conocer en diciembre en una fiesta de la empresa al hombre con quien formaría su familia.

Mientras tanto, Nancy también escalaba en su vida profesional: de asistente de dirección pasó a ser ejecutiva y, finalmente, directora. “De tacones y saco… pero también corriendo a la cocina”, dice entre risas.

Nancy disfruta de la vida: le gusta comer, hacer ejercicio, y sobre todo, amar su trabajo. Reconoce, sin embargo, que le cuesta soltar la responsabilidad: “La aprensión es mi talón de Aquiles”, admite, y por ello ha recurrido a terapias, las cuales considera deberían ser parte de la “canasta básica” de las personas.

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Ese es su reto: aprender a disfrutar sin remordimientos, sin estar pendiente del teléfono por cuestiones laborales. Y, aun así, logra hacerlo a través de lo que más le apasiona: la danza y la música. Más allá de las letras de una canción, son las notas de una melodía las que la hacen vibrar, sentir y valorar la vida.

Con los años, Nancy asegura que ha aprendido que si se sueña, se puede lograr. Por eso, a las nuevas generaciones les da un consejo claro y firme: “Hay que darlo todo, porque la vida da… y da bonito.”

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