Ahora sí, ya pasamos la ceremonia número 97 de los premios Oscar. La academia hizo su chamba con un evento que medianamente cumplió las expectativas y que, en un intento por recobrar la gloria de hace años, echó toda la carne al asador y es momento de, como dijera Mecano, hacer el balance de lo bueno y malo.
De entrada fue un acierto a medias el que cambiaran a Jimmy Kimmel (por fin) por otro presentador; a mí me parece increíble que, habiendo tantos late night shows, no busquen alternativas para presentar algo tan rimbombante como los Academy. Con Conan O’Brien, hubo un cambio apenas imperceptible en sus diálogos, bromas y dinámicas, pero poca chispa. Conan pudo hacer más cosas y se quedó en el mismo carril de Kimmel; a los Academy todavía les cuesta aceptar que la televisión, así como el cine, ya son lo de antes y por eso no han entrado de lleno al streaming, por eso también el bajo rating.
En fin, que la falta de los números musicales a los que ya nos habían acostumbrado en años anteriores (gracias, Emilia Pérez) no pudo añadir más entretenimiento y nos ofrecieron una apertura espectacular con Ariana Grande y Cynthia Erivo para demostrar que sí, Wicked fue grande por ellas dos y su talento para cantar, pero la apertura se quedó a medias cuando no sé a quién se le ocurrió poner a Raye a cantar Skyfall, tema interpretado originalmente por Adele; bueno, una redención vino con un homenaje a Quincy Jones, pero aceptémoslo, ese memorial estuvo raro y falto de actualización.
Ahora bien, creo que este año los Academy deberían considerar nuevas reglas para sus votantes y creo que es mala idea que los miembros esparzan a medios, bajo la palabra “anónimo“, sus votos y que algunos den razones tan estúpidas como no ver todas las películas ‘porque duran mucho‘ o ni siquiera saber la carrera de aquellos que compiten en categorías principales. Lo que antes se hacía en una especie de secreto supremo, hoy es un ir y venir en publicaciones de redes sociales en las que la Academia no se ve muy bien que digamos.
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Pasemos a algo que sí nos importa: ¿Quién ganó qué y por qué? Estatuillas cantadas como las de actriz y actor de reparto llevan una estrategia que tiene mucho sentido, pues hay que decir que tanto Zoe Saldaña como Kieran Culkin se ven como los protagonistas de sus películas (niéguenmelo), pero sus productoras apostaron por ponerlos en la categoría secundaria porque quién se quería medir con monstruos como Adrien Brody y Demi Moore, aunque a esta última le hayan robado el premio (honestamente).
Aunque Mikey Madison hizo en Anora un papel que requirió investigación y al final logra el cometido de mostrar la fragilidad de una persona que viene de un sector de la población que parece invisible, vamos a aceptar que no se compara con la actuación memorable de Demi Moore en The Substance. La carga mental y física a la que estuvo expuesta era mérito suficiente para premiarla, pero irónica y literalmente, The Substance siempre tuvo razón, aunque también podría decirse que un factor que explica esta pérdida es la poca fe que la Academia aún le tiene al terror, pero ya, por favor, es pleno siglo XXI.
Hablando de Anora, que arrasó en esta edición de los Oscar, hay que decir que mostró supremacía al dar un tremendo plot twist en la temporada. De ser una de las películas que solo traía la credencial de la Palma de oro (que sí, no es cualquier cosa), muchos pensaron que iba por el mismo camino de sus antecesoras Triangle of sadness y Anatomía de una caída, que con todo y galardón de Cannes, solo llegaron a la nominación, pero hasta ahí.
De la noche a la mañana, Anora ganó el PGA, el DGA y el WGA, premios de los sindicatos de productores, directores y escritores; cosa que aporta puntos a la estadística y empuja a la cinta que los gane, casi casi a recibir su Oscar en la categoría más importante de la noche. Eso pasó con Anora, pues si bien tiene como mérito destacar a un sector de la población que la gente no quiere reconocer que está ahí, como lo son las trabajadoras sexuales, y el que Sean Baker le diera voz y personalidad con su cinta, no quita que hubiera mejores producciones en la categoría y, si hablamos de un cine independiente como el que mencionó Baker, creo que The Brutalist hizo más y lo hizo muy bien. No es que Anora no me haya gustado, pero en cuanto a calidad, creo que cintas como la de Brady Corbet y Cónclave superaron.
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Otra cosa que es imperdonable es haber puesto a Mick Jagger a entregar el premio a la mejor canción original y que éste se lo llevara “El mal” de Emilia Pérez, cuando tenías mejores canciones y artistas de gran peso como Elton John; justo cuando creíamos que los Academy habían recapacitado, Clement y Camille Ducol presumieron que no. La Academia también puede tener sus resbalones.
Premios que nos dieron gusto ver: bueno, para empezar, Aún estoy aquí, en la categoría de mejor película extranjera; creo que a toda Latinoamérica le dio el mismo gusto que a los brasileños. El premio a Flow como mejor película animada y el segundo Oscar para Adrien Brody, más que merecido con todo y sus 6 minutos de discurso.
Los Oscar de este año nos dieron mucho tema de conversación, fueron agridulces por decisiones que quizá responden a intereses publicitarios y hasta monetarios, decayeron una rayita más, limpiaron el desorden de Emilia Pérez de una manera decente, pero siguen teniendo la credibilidad por la cuerda floja. Con todo y sus votantes carentes de respeto por las cintas, su falta de inventiva para subir el rating y uno que otro coraje y decepción, el camino a los Academy es una de las épocas favoritas de los cinéfilos y es algo que continuará por muchos años más mientras el cine viva, ¿no?
La recomendación: Por favor, vayan al Romo de Vivar esta semana, porque ya llegó, ya está aquí la 76.ª Muestra Internacional de Cine de la Cineteca Nacional; hoy inicia. Mañana jueves no se pierdan Memory, cinta del controversial Michel Franco, y exploren la cartelera; las producciones son muy buenas y hay que agradecer que la volvieron a traer a Pachuca. Y sin más por el momento, hasta aquí. ¡Corte y queda!
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