KATHYA MORENO

“Lo importante es que este tipo de turismo se construya con ética, respeto y participación comunitaria. Que los saberes tradicionales sean reconocidos, protegidos y valorados no como una mercancía, sino como un patrimonio vivo que aún tiene mucho que ofrecer al mundo moderno.”

En pleno siglo XXI, cuando la tecnología médica ha alcanzado avances impensables, miles de personas alrededor del mundo están volteando la mirada hacia las prácticas curativas más antiguas: aquellas que nacieron del contacto directo con la naturaleza, la escucha del cuerpo y el respeto por el espíritu. La medicina tradicional, lejos de ser un vestigio del pasado, se ha convertido en un faro para quienes buscan sanar de forma integral en una época marcada por el estrés, la desconexión y la enfermedad crónica.

Suscríbete a nuestro canal de WhatsApp y entérate de todas las noticias al instante

Esta tendencia no es casualidad. En tiempos modernos, muchas personas han comenzado a cuestionar los modelos de salud fragmentados que tratan síntomas pero no causas. Buscan alternativas que integren lo físico, lo emocional, lo energético y lo espiritual. Así nace un nuevo perfil de viajero: aquel que se desplaza no por ocio, sino por necesidad de transformación. Son personas que buscan médicos tradicionales, parteras, temazcaleros, curanderos y herbolarios no sólo para atender dolencias, sino para reconectar consigo mismos y con la tierra.

Este tipo de turismo ha sido denominado por varios nombres: turismo de sanación, turismo de salud o turismo espiritual, entre otros; tiene motivaciones profundas: el deseo de encontrar respuestas que la medicina occidental no siempre ofrece, la curiosidad por las cosmovisiones ancestrales y la necesidad urgente de un cambio de vida.

SIGUE LEYENDO: Santiagada: herencia, identidad y el pulso de una tradición viva

Más que turistas, son peregrinos del bienestar. Y con ello, llevan consigo una derrama económica importante y respetuosa, con estancias prolongadas, consumo local, compra de productos naturales y participación en ceremonias guiadas por sabios de las comunidades.

Hidalgo es un territorio privilegiado para este turismo con sentido. Su riqueza en biodiversidad, cultura indígena viva y tradiciones curativas convierte al estado en un destino ideal para quienes buscan experiencias de sanación profundas. Municipios como Acaxochitlán, Metepec y Tenango de Doria, por mencionar algunos, cuentan con una larga tradición en el uso de plantas medicinales, temazcales y prácticas curativas transmitidas de generación en generación.

Lo importante es que este tipo de turismo se construya con ética, respeto y participación comunitaria. Que los saberes tradicionales sean reconocidos, protegidos y valorados no como una mercancía, sino como un patrimonio vivo que aún tiene mucho que ofrecer al mundo moderno.

Un ejemplo claro de esta riqueza se vivirá del 1 al 3 de agosto en Ajacuba, durante la 16ª Feria de la Planta Medicinal, un encuentro donde médicos tradicionales, herbolarios y parteras compartirán su sabiduría con quienes buscan no sólo sanar, sino honrar el conocimiento que viene de la tierra. Porque en tiempos de tanta prisa, tal vez la respuesta está en volver a lo esencial. Y ahí, la medicina tradicional tiene mucho que enseñarnos.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *