“Porque el turismo no se explota. El turismo se vive, se comparte y se cuida. Y solo así, al dejar atrás la lógica de la explotación, podremos construir un turismo verdaderamente enriquecedor, duradero y justo para todos…”
Hoy, quiero compartir mi pensar sobre una frase que por años, se ha repetido, por empresarios, ejidatarios, dueños de predios, y entusiastas; y aunque aparentemente es inofensiva, encierra una visión profundamente equivocada del desarrollo turístico: “explotar el turismo”.
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En México, cuando se habla de lugares con potencial turístico (o en desarrollo) ha surgido esta frase que encierra el desconocimiento de la naturaleza del sector turístico. Ya que esta “industria” su principal objetivo es conservar para atraer más turismo, más visitas, mayor economía y con ello, mejor desarrollo.
El turismo no se explota, se aprovecha, se cuida, se cultiva. Y cambiar esta palabra no es un simple asunto semántico: es una transformación urgente en la manera en que concebimos nuestra relación con los territorios, las culturas y desde luego, a las personas.
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La palabra “explotar” implica una lógica extractiva: sacar lo máximo posible, sin importar las consecuencias. Se explotan minas, se explotan recursos, se explotan hasta que se acaban. En esa misma línea, cuando hablamos de “explotar el turismo”, parece que lo reducimos a una fuente de ingreso rápido, sin pensar en el desgaste social, cultural y ambiental que puede acarrear si se hace sin planeación y sobre todo sin respeto.
En cambio, “aprovechar” implica una mirada más consciente y ética. Aprovechar el turismo significa entenderlo como una herramienta para el desarrollo sostenible, donde la riqueza que genera no solo beneficia a unos cuantos, sino que se reparte entre comunidades, emprendedores locales, custodios del patrimonio, trabajadores del sector y, por supuesto, visitantes que buscan experiencias genuinas.
Cambiar este verbo es también cambiar el enfoque: del turismo masivo al turismo con sentido; de la explotación de un lugar al precio por su historia, su gente y su naturaleza. Significa reconocer que los pueblos mágicos, las playas vírgenes, los festivales tradicionales o las rutas mineras no son productos de consumo rápido, sino expresiones vivas que deben ser protegidas y celebradas.
Aprovechar el turismo implica planificar, respetar los límites de carga, impulsar el comercio justo, promover la educación ambiental, y sobre todo, poner a las comunidades al centro de toda estrategia turística. No se trata de adornar el discurso con palabras suaves, sino de transformar de fondo la forma en que miramos y gestionamos nuestro patrimonio.
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Asumo con gusto oír a la titular de la dependencia estatal usar la palabra “aprovechar” por encima de la explotación, impulsando el uso justo de los recursos naturales, y dando valor a la mano trabajadora de todas las hermosas zonas hidalguenses dignas de ser un polo de desarrollo turístico.
Porque el turismo no se explota. El turismo se vive, se comparte y se cuida. Y solo así, al dejar atrás la lógica de la explotación, podremos construir un turismo verdaderamente enriquecedor, duradero y justo para todos.
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