-A las mujeres migrantes, a las que esperan, a las que volvieron
Su esposo Jerónimo se fue a EU; ella está dedicada a representar el organismo de las mujeres de cactáceas.
Nereida habla muy poco. Se inhibe. Ella está dedicada principalmente a organizar el invernadero que se ubica en el exterior de su casa. Unas cinco mujeres más van de vez en cuando a atender a sus propias plantas para luego venderlas.
El Dexthi, San Juanico en Ixmiquilpan presenta alta temperatura, tal vez unos 30 grados centígrados. Todos esos grados resisten los cactus que están ahí, formaditos.
-Mi esposo Jerónimo se fue como en agosto del 2006. Fue a trabajar a Indianápolis, en Estados Unidos. Trabajó en la construcción, es lo único que podía hacer por allá para que estuviéramos más o menos. La verdad, no logró mucho. Se fue a la Frontera y pasó por donde está el alambrado, lo acompañó un primo, pero no logró llegar, lo encarcelaron, viajo de regreso y volvió a la casa. Lo intentó unos meses después y sí pudo pasar junto con su primo. Estuvieron año y medio-.
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Él se las arreglaba allá con la gente con la que vivía, se preparaban huevos y muy poca carne. Fue muy duro.
Nereida tiene 36 años y es presidenta del Grupo de Mujeres de la Flor de Cohua, recuerda que mientras su esposo estuvo en el extranjero, vivía sola con su hija que está por terminar la preparatoria.
-Y es que el matrimonio es para estar juntos, no cada quien por su lado. Pero nos manteníamos comunicados por un celular que tenía señal hasta la comunidad, no había otra forma. Total, que ahí la íbamos pasando, dice Nereida recordando que no vio a su marido sino hasta que regresó, año y medio después. Enviaba dinero a un banco mexicano, iban a recogerlo a una sucursal que está en Ixmiquilpan. Nunca fue suficiente dinero, ni para él ni para nosotras, mi hija y yo. No pudimos cumplir ningún plan, ni comprar terreno, ni construir casa y mucho menos juntar para alcanzar a Jerónimo en los Estados Unidos. Apenas si pudimos juntar con la comunidad para que él se fuera. Tendríamos que volver a pedir y ahora no es posible. Él acaba de regresar y ya no ha viajado. Trabaja en lo que se puede-.
Nereida no está conforme porque pasaron muchas cosas cuando él se fue, desde la deportación la primera vez, hasta el poco dinero que pudo enviar mientras trabajó; el no verlo y mantenerse sola al cuidado de su hija, es algo que ella no quisiera volver a vivir.
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Aun así, Nereida sale adelante, hoy son sólo recuerdos. Prefiere hablar de las cactáceas. Pide cambiar su nombre para esta entrevista, no tiene ninguno en especial, así que la bautizo como Nereida. Ella espera una flor de sus cactáceas.
Entre las familias que emigran se encuentran gran parte de pueblos indígenas, son mujeres y hombres que buscan reunirse allá o acá.
Twitter@AidaSuarezCh
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